domingo, 21 de agosto de 2011

Libros.

Hojea las primeras páginas del libro, buscando el lugar indicado para escribir lo que pretende. Más que indicado, exacto. No necesita anotarlo, de todas maneras va a recordarlo. Cada vez que abra el libro va a acordarse. Incluso cuando vea el lomo asomado en su exigua biblioteca, en el futuro tal vez más abultada, va a evocar el momento en su cabeza.

GRANDES NOVELISTAS, abajo, La novela actual en el mundo (más abajo observa un grabado en miniatura con una persona vertiendo líquido entre dos ánforas) Para Aaron Asher y Jason Epstein.

Va al dorso del libro. Lee las primeras líneas de ese paroxismo de resumen. Las del medio, unas palabras al final. (Foto Nancy Crampton, justo al centro del rectángulo). Intenta descifrar algo de la cara en la foto gastada. La cara del joven escritor. Se devuelve al inicio, a la tapa roja, gastada, doblada en el ángulo inferior derecho. Contiene sólo los datos indispensables, serie, autor, título, editorial, en letras de colores blanco y negro, de una tipografía que, piensa, no podría no ser de los años setenta u ochenta, intentando ser llamativa dentro de la austeridad máxima. Abre el libro. En la primera página de roneo hay una calcomanía verde con los datos de Librería Antártica Ltda. Av. Pdte. Kennedy 5413, L.132 Nivel Canelo · Parque Arauco FONO… Piensa si la librería existe, parece que sí. Se imagina el centro comercial hace treinta, treinta y cinco años ¿Se llamará todavía Nivel Canelo? Podría llamar, tal vez el número telefónico se mantenga. De nuevo el hombre del agua. Muy blanca, no hay datos. PHILIP ROTH MI VIDA COMO HOMBRE, logo, raya, Emecé Editores. Todo muy grande. Título Original Ingles MY LIFE AS A MAN. Copywright © 1970, 1971, 1973, 1974, by Philip Roth. Diseño de tapa. Tiene que ser al frente. Para Aaron Asher y Jason Epstein. Aaron y Jason. Quienes serán o habrán sido, el misterio de siempre. Podría ir debajo, y para mi de... no, lo ha hecho alguna vez antes, no para sí mismo, claro. Yo podría ser su musa, si el me lo permitiera. Del diario de Maureen Jonson Tarnopol. Tampoco, ya está en el libro. Se devuelve. NOTA AL LECTOR. Más atrás. Sí, este es el lugar preciso. Bajo el nombre de Lucrecia, al centro, en diagonal, con su portaminas, escribe.


Muere de hambre. Lleva horas leyendo, estudiando. En esa actividad se gasta bastante energía, lo sabe, así es que necesita alimento abundante. Un italiano a media tarde. Cruzando Bellavista parece que hubiera más gente en la ciudad, las veredas están llenas. En el suelo, abundan los paños teñidos con anilina, con cachivaches de toda clase, adornos corporales, pipas, artesanías, libros. En general sólo se detiene ante estos últimos, como esta vez. Siempre tienen pocos, como si fueran títulos realmente escogidos. Y, por los ejemplares que ve, parece ser realmente el caso. Uno concita su atención, olvidando para siempre a los demás. Se encuclilla y lo toma. El vendedor, alto, cabezón, con la cara marcada por la viruela, usando anteojos de sol de cristales celestes, lo aborda con su garganta corroída. Roth, ganador del Pulitzer, eterno candidato al Nobel, uno de los más importantes escritores norteamericanos, en dos mil te lo dejo, en tres lo tenía pero por ser a ti te lo dejo en dos. El libro es viejo y está doblado. Parece que se hubiera mojado y el doblez fuera el típico engrosamiento por humedad, pero no es así. ¿No me lo podi dejar en menos? No si ya está barato, ese sé que lo vendo rápido. Se queda mirando el libro entre sus manos un momento, cuando lo vuelven a bombardear. Si es bueno ese autor, América bajo amenaza se llama su último libro creo, tiene muchos más, siempre se gana premios. Este no le he leído, pero te va a gustar, lo estuve hojeando. Si, si lo conozco. La Conjura contra América, así se llama. No es el último, pero esa información se la reserva. En este tipo de negociaciones prefiere aportar el mínimo de información, todo puede ser usado en su contra al momento de acordar el precio. Preferiría incluso actuar mejor, hablando peor al menos. Me voy a comprar un completo, mientras lo pienso. Entra al local. Blanco, rojo, amarillo, harta luz, harta música de discoteca, desde las once de la mañana hasta el cierre. Dame ese que tiene tocino, grande, le dice a la vendedora. Un Italiano especial. ¿Nada más? Nada. Son ochocientos noventa. Espere por favor, su vuelto. Pide que le cambien un billete para poder regatear algo el precio, parecer que tiene el dinero justo. Engulle el pan, termina el trámite de la alimentación más apurado de lo que debería, su libro puede haber desaparecido, y sale. El libro está ¿No me lo podi dejar en mil quinientos? No flaco, si ese está barato, lo acabo de traer además. Seguro hoy día lo vendo. Un tipo que está sentado al lado apunta con la cabeza hacia donde están los libros. Agachado sobre el paño hay una persona con chaqueta, anteojos y maletín. Toma un libro con tapa roja. Él me lo compra, es profesor, le saco tres lucas compare, le dice al otro el vendedor. Ataca. Roth, ganador del Pulitzer, eterno candidato al Nobel, uno de los más importantes escritores norteamericanos, en tres mil se lo dejo, a cuatro lo tenía, pero por ser usted se lo dejo en tres mil. Está pensando que ahora el maldito drogadicto lo ignora y se va a quedar sin el libro. Y además por más plata, para comprar más pasta base el puto y seguir cagándose la garganta. Por un momento se resigna y busca una excusa ridícula del destino. El hombre deja el libro para tomar otro y regresa la esperanza. Escucha parado al lado del paño algo sobre un libro de un Marcel, no tiene idea quien es, ve una tapa blanca con dibujos y algo que dice Nosecuanto Marcel. Lo que si escucha bien es que le hacen un precio por llevar los dos libros. Lleve ese y el de Roth por cinco mil. Ya no odia al vendedor, sólo es cuestión de negocios, él se demoró en decidir y perdió. Es más que obvio que prefiera venderlo a quien puede pagar más. Sigue siendo un drogadicto. Pero es que este está doblado, dice el supuesto profesor todavía encuclillado, mostrando el de Roth. Si, pero es que ese es antiguo, por eso nada más, pero fíjese, está sanito. Mmm, además este libro no ha sido editado de nuevo en español. Sabe mucho el profesor. Si no, me lo compra el joven, ya flaco, tres luquitas. Hijo de puta piensa mordiéndose el cerebro. ¿Y este quien es, el palo blanco?, le dice mirándolo. No, para nada, sólo estaba viendo antes que usted el libro y regateando el precio, pero no me resultó. Es más, para que me crea,… Puedes ser un alumno… le puedo decir que fui pololo de Catalina. ¡Si claro!, por eso me sonaba tu cara, ¿cómo te va? Claro que me acuerdo. Preparando el examen de grado estoy, eso creo que resume todo. Justo estaba en un recreo, comiendo un hot dog para seguir dándole. Claro, el examen de grado. Si te puedo dar un consejo, no te compliques con demasiadas teorías y explicaciones, anda al grano, a lo concreto. Cuando yo estudié, porque era huevón, leí muchas cosas, los textos más largos, quería saber todo, quería entenderlo todo y al final me demoré más y me saqué un cuatro. Yo hice algo parecido, pero ya estoy abocado nada más en resúmenes, y los textos los tengo para consultar algunas cosas. ¿Y te ha ido bien? ¿Te interrogan?. El tono de voz tranquilo, los ojos achicados a través de unos gruesos cristales y el permanente esbozo de una sonrisa irradian bondad. Si, a mi ritmo, pero bien, tranquilo al menos, y me interrogan una vez por semana, me sirve bastante, para ordenarme y presionarme un poco más a estudiar intentando retener. Que bien pues, ojalas sigas así. Compremos los libros entonces, yo me quedo con el de Marcel y tú con el de Roth. Dame los dos por cinco mil. ¡No, por favor, cómo se le ocurre, si usted quiere los dos, llévelos nomás! No te preocupes, es que en realidad soy mañoso y ese libro está muy doblado, no me gusta. ¿Conociste alguna vez mi biblioteca? No, nunca, pero me acuerdo que recogía hierbas y después las guardaba entre las páginas. Piensa en que las hojas van entre las páginas. Me acuerdo de una vez que fuimos al interior de Olmué, a un restaurantede comida típica chilena, y luego caminamos por La Campana. ¡Ja ja!, esas ridiculeces románticas. Así, tengo recuerdos de los lugares en que estuve mientras leía tal o cual libro. O al menos la noción de que estuve en algún lugar. Me gusta encontrar esas hojas cuando los tomo otra vez, además se conservan bien. Yo también tengo algunas entre mis libros, unos tréboles de cuatro hojas, a veces vuelvo a verlos. Dale el libro de Roth a él. Perdona, pero no me acuerdo de cómo te llamas. Diego, Diego Vega, usted se llama Fernando, ¿o no?. Si. Hace el ademán de sacar los dos mil quinientos de su billetera y entregarlos. Sabe que no le va aceptar el dinero, pero debe igual hacerlo. Tome, los compramos a medias si un libro es para cada uno. No, cómo se te ocurre, te lo regalo. Le insiste en que acepte. Además, ni siquiera lo leeré luego, primero tengo que dar el examen, y sólo soy el ex pololo de Catalina. Y hace un tiempo ya. Ah, pero eso no importa. ¡Lo comido y lo bailado no te lo quita nadie pues! Probablemente ese refrán, en este caso, significa algo así como “quédate con todo lo bien que lo pasaste en esos años que estuviste junto a ella, con todo los buenos momentos, el resto no interesa”. Eso al menos cree él, pero no está muy seguro y lo seguirá pensando. Así te guardas la plata para otro hot dog, para esas cosas la necesitas más ahora. Bueno, muchas gracias, se pasó. Le entrega cinco mil pesos al vendedor, ya da lo mismo si comprará pasta base o que con ellos.

Siguen caminando por Pío Nono.

¿Usted estudio acá cierto?

Si.

¿Y hace clases acá?

Oh, me encantaría, pero ahora solo tengo cursos en la Finis Térrea y uno mínimo en la Católica.

¿Y de qué?

En la Católica sobre mediación.

Qué entretenido, acá no me acuerdo que haya habido cursos sobre eso.

Lamentablemente es un área marginal.

No se aplica mucho eso de que más vale un mal acuerdo que un buen juicio.

Así es. Bueno, un gusto Diego, que estés muy bien.

Usted igual, y muchísimas gracias por el libro, me voy a acordar de usted cuando lo lea. Se estrecharon la mano.


Sabe que no necesita escribirlo porque es de esos momentos que no va a olvidar. Hasta el fin de sus días, cree, más aún si por punto de referencia tiene ese nuevo y gastado libro. (Más tarde revisará todos sus libros. Sí, recordará de donde salió cada uno, y no son pocos. Esperará saberlo siempre, aunque lleguen a ser muchos más). Nuevo, pero de 1975. Pudo haber sido otro el primer lector, ese mismo año o treinta y cinco después. En algún momento, será él. A pesar de eso, apoya la punta del lápiz y empieza.