miércoles, 8 de julio de 2009

Recordar.

Es difícil recordar. A medida que pasan los días, meses o años, los recuerdos se van borrando poco a poco de la corteza cerebral. Si pudiéramos inmortalizar un momento en una imagen, paralizándolo, o una situación determinada, esta fotografía perdería poco a poco sus elementos: primero algunos detalles irrelevantes, luego algunos detalles que componen el ambiente, tras esto algunas cosas generales, para terminar perdurando, si es que algo llega a perdurar, ni siquiera una parte de la imagen, quizás la sensación que perduró en esa ocasión, un recuerdo vago, alguna impresión que significa el todo. Imagino que la mente elimina progresivamente estos elementos como en la película Eterno Resplandor de una Mente sin Recuerdos, hasta que quedan unos pocos sobre un fondo vacío, o hasta desaparecer del todo.
Tal vez este lugar tiene significado como un intento por paralizar un momento antes de que desaparezca, por plasmar imágenes, percepciones y sensaciones antes de que el cerebro las deseche por innecesarias o las aparte hacia algún lugar perdido de la inconsciencia, espacio oscuro y de difícil acceso incluso para quien ha vivido esa experiencia. Tal vez los expertos en alguna compleja ciencia, que penetra en lo complejo del ser humano, manejan misteriosas fórmulas capaces de rescatar esos pasajes, despegar de lo más hondo de la materia blanca esos lejanos acontecimientos desterrados.
No sé si esto es realmente algo real, pues no proviene de ciencia alguna. No puedo asegurar que lo aquí narrado tenga coincidencia alguna con lugares, personas o acontecimientos que se hayan verificado alguna vez. Tal vez nada, tal vez una parte o quizás todo ha ocurrido en forma exacta como aquí se describe. Pero tampoco se si el propósito es describir. La palabra misma describir encierra ahora algo ligeramente sospechoso. Describir parece ser descomponer algo que está escrito. Des-cribir. Des-escribir. Y aquí nada está escrito de antemano como para ser desintegrado, y si lo está, ese proceso, cuyas etapas desconozco pero me atrevo, temerosamente, a señalar, algo así como existencia u ocurrencia (supuesta), narración, descomposición, probablemente termina con una renarración que se aleja de aquel acontecimiento que pudo, en su momento, observarse, experimentarse, sufrirse, gozarse o lo que sea. Esto, creo, se parece más a un cuadro impresionista. Se parece a la realidad, pero está desformada, como los cuadros pintados gracias a la ceguera de Monet o la miseria de Toulose-Lautrec. Está pasada por un cedaso indescifrable, que retiene lo nimio por no caber a traves de sus mínimas fibras entramadas, dejando pasar partículas aún más irrelevantes, pero que sumadas dan forma a lo informe, una forma completamente diferente, una amalgama nueva. Confiaría más en ella que en una realidad perfecta. Confío en ella aunque me es ajena su génesis, sus orígenes, su desarrollo. Apenas tengo certeza en cuanto a la fidelidad de sus resultados, pero soy ingenuo, creo en la verdad de lo que describen o al menos en que con el paso del tiempo serán la única verdad, el único registro. Por ahora no puedo más que confiar.