Sobre una parrilla, descansaban dos
jugosos pedazos de carne.
–Qué calor que hace acá, ¡ya no aguanto
más! –le decía el más gordo al otro, más delgado, pero amplio, abierto por el
medio y expuesto como una mariposa.
–Me muero del calor también pibe, estoy
transpirando como caballo de carreras, ¡que se acabe luego, por favor! Mirá
cómo se me chorrean los jugos. Cashémonos, que vienen los humanos.
Se acercaron dos hombres: camisa
arremangada, anteojos de sol y blue jeans. Parecían uniformados.
–Esto es lo mejor –decía uno apuntando al
más flaco –bife de chorizo, traído directo desde Argentina. ¡Cómo sabemos de
asado al otro lado de la Cordishera!
–¿No que el bife de chorizo es lomo
liso, pero cortado para el otro lado y abierto por el centro? La carne chilena
es bastante buena, y de asados, hablamos menos pero acá se hacen igual de
ricos... y abierto así, el bife, se te seca.
–¡No nada que ver! Ashá tenemos unos
cortes, fijáte, matambrito para empezar picando, butifarra y morcisha para
aliñar otro poco, el chimichurri para el sabor, la malasha, el vacío, ojo de
bife, el mismo bife de chorizo… de escucharlos me da hambre. Andá a pararte al
lado de una parrisha, vas a ver cómo te corre la saliva de solo mirar. En
cambio, acá, lomo, filete, sobrecostilla y choripán. Papas masho, ¡ponele
ensalada rusa y te ganás una estrella Michelin! De nombre se salva solo el
huachalomo, pero en sabor es el que se queda corto. ¡El condimento lo ponemos
ashá desde la denominación, che, eso es lo que les falta a ustedes, el
cachengue, el cuento! ¡Hay que ponerle condimento desde la presentación a la
vida!
–No sé, acá vivimos más callados y sin
tanta fantasía. Vamos a lo concreto, carbón en vez de leña, empezamos a las 2 y
a las 3 estamos sentados comiendo. Y el asado es rico igual, cortado así o asá,
es carne y grasa. Porque no vayas a creer que la grasa nos falta eh, che. ¡Ahí
está el sabor, en lo básico! Qué importa el nombre, si al final terminamos
todos sentados a la mesa, o por donde se le pasa el cuchillo al corte, lo
importante es saber servirse la vaca.
Los pedazos de carne escuchaban atentos
esta discusión, botando jugos que hacían tssss
tssss mientras se evaporaban sobre las brasas al rojo vivo.
–¿Y tú, Che Chorizo que dices, sales
más rico que yo?
–Y viste, que se sho, miráme acá, todo
derretido, esperando que nos hinquen tenedor y diente. Vos estás igual, un poco
más gordo pero en el patíbulo al fin y al cabo. Mejor no preocuparse de
pequeñeces y disfrutar lo que tenés al alcance de la mano, bife de chorizo,
lomo liso, ensalada mixta o chilena. Si al final igual nos meten el cuchillo y…
En eso iba el bife, cuando el Hombre lo
apuñaló con un tenedor enorme y alargado, sacó de la parrilla rápido y con un
empujoncito de cuchillo lo dejó en una fuente de greda llena de otras carnes y
embutidos, sangrando agonizante. Apenas, saludo a su efímero vecino.
–Y, ¿qué tal Negro Prieta, cómo estuvo
el sauna? Te ves bien así, bronceado y abierto. ¿Listo para el ataúd de miga y
el mausoleo dentado?
* * *
No hay comentarios:
Publicar un comentario