domingo, 8 de abril de 2012

C10.


Alonso: ¡Buen contramaestre, cuidado! ¿Dónde está el capitán? ¡Condúzcase como un hombre!
Contramaestre: Se lo suplico, quédese ahora abajo.
Antonio: ¿Dónde está el capitán, maese?
Contramaestre: ¿No lo has oído? Estorbas nuestra labor. Quédense en los camarotes, ayudan a la obra de la tempestad.
Gonzalo: Ten paciencia, bravo.
Contramaestre: Cuando la tenga el mar. ¡Fuera de aquí! ¿Qué importa a estas olas rugientes el nombre de un rey? ¡A los camarotes! ¡Silencio! No nos perturben.
Gonzalo: Bien, pero recuerda a quién tienes abordo.
Contramaestre: Nadie a quien ame más que a mí mismo. Tú eres consejero; si puedes imponer silencio a estos elementos y restablecer en el acto la calma, no tendremos que tocar ni un cable. Usa tú autoridad. Si no, agradece haber vivido tanto tiempo, marcha inmediatamente a tú camarote y prepárate para afrontar el infortunio de la hora, si llega. ¡Ánimo, hijos míos! ¡Fuera de nuestro camino, digo!

La Tempestad.